Escrito con sangre
(o quizás no)
Sea cual sea la cultura, la sangre es una sustancia que ha tenido y, de hecho, sigue teniendo un innegable valor simbólico y espiritual: ninguna otra sustancia ha representado jamás el poder de la vida y la muerte como la sangre. Quizá por ello, las culturas antiguas mantenían una actitud ambivalente hacia ella, considerando la sangre portadora de peligro e impureza, pero al mismo tiempo sagrada y capaz de limpiar dicha mancha [1].
Esto explica, en parte, su empleo en el ámbito ritual de las antiguas culturas del Mediterráneo en ofrendas, aspersiones e, incluso, como medio para escribir textos rituales. De hecho, la expresión “escrito con sangre” se convierte en literal en la magia greco-egipcia, donde abundan tintas cuya preparación incluía la sangre como ingrediente.
Toma un cráneo de asno y pinta estos signos con la sangre de un perro negro.
(GEMF 75 / PGM XIa 2) [2]
Sin embargo, es importante tener en cuenta que, en la Antigüedad, el uso de la sangre como tinta (o en ella) no se limitó a la magia, ni estaba necesariamente relacionado con fines rituales. Primero, porque la sangre era la forma más sencilla e inmediata de obtener una sustancia roja con la que escribir. Segundo, porque el empleo de la sangre tuvo en ocasiones una mera función práctica: por ejemplo, se empleó como aditivo en las tintas ferrogálicas para lograr un color más oscuro, debido a la reacción química entre el ácido tánico de las agallas de roble con el que se hace ese tipo de tinta y el alto contenido en hierro de la sangre [3].
Sin embargo, hay que ser prudentes cuando se trata del empleo de “sangres” en los rituales, como en los transmitidos en los papiros mágicos greco-egipcios, porque algunas menciones de sangre animal se refieren en realidad a sustancias completamente diferentes. Un ejemplo muy claro es una sustancia llamada haima drakónteion (αἷμα δρακόντειον):
La tinta: sangre de serpiente –haima drakónteion– y hollín de orfebre –aithálê chrysochoïkê.
(GEMF 57 / PGM IV 1999)
El término griego drakónteion/drakóntion (δρακόντειον/δρακόντιον) deriva de la palabra drákōn (δράκων, un tipo de -gran- serpiente), y podríamos traducirlo por “relativo a/relacionado con la serpiente-drákōn”. Así que haima drakónteion puede entenderse literalmente como la sangre (haima) de una gran serpiente. Y así lo creía Plinio (y seguramente mucha más gente):
“(Los griegos) llaman también así al humor de las serpientes aplastadas por el peso de los elefantes moribundos, en la que se mezcla la sangre de uno y otro animal, que, como dijimos, no hay otro color que represente la sangre en la pintura de forma más adecuada.”
— Plinio el Viejo (23-79 d.C.), Historia Natural XXXIII 116
Sin embargo, varias fuentes antiguas nos informan de que, a pesar de su nombre, se trataba de una sustancia vegetal. Una de estas fuentes es el médico Aecio de Amida (siglos V/VI d.C.), quien refiere que la “sangre de serpiente” es producida “por la Planta-Serpiente (drakónteion) en las tierras de la India” (Aët. XV, 13.141 Zervos). Sobre esta misma sustancia, las Cyranides (siglos I y II d.C.), un tratado sobre las propiedades mágicas y medicinales de animales, plantas y piedras, dicen lo siguiente:
[La Planta-Serpiente o drakónteion] De las semillas aplastadas de esta planta se obtiene (una sustancia) que es denominada “sangre de drakónteion” porque es roja.
(Cyran. 1.4.8 Kaimakis)
Esta sustancia puede ser identificada con la obtenida de la cubierta cerosa de los frutos de la palmera Calamus draco Willd (=Daemonorops draco [Willd.] Blume), que, junto con la resina extraída de algunas especies de palmeras de los géneros Croton, Dracaena (especialmente la canaria Dracaena draco y la asiática Dracaena Cinnabari), Pterocarpus y Calamus rotang, llegaba al Mediterráneo a través de la Ruta Eritrea o Ruta del Incienso, que recorría las costas africanas y llegaba hasta la India [4].
Todas estas sustancias son resinas vegetales de color rojo intenso que se solidifican como el ámbar y que han sido usadas desde época muy antigua tanto como pigmento, como en la farmacopea occidental y oriental. De hecho, aún hoy en día son comercializadas bajo el nombre de “sangre de dragón” en forma de gema o polvo para usos artísticos, cosmética y el ámbito ritual.
Es decir, la interpretación y traducción correcta de haima drakónteion no es “sangre de serpiente” (aunque pueda ser leído literalmente así), sino “sangre de la Planta-Serpiente” o “sangre de drakôntion“. Sébastien Barbara (2008: 141)[4] sugiere que las sustancias vegetales denominadas “sangre (haima, αἷμα)” en los tratados naturales de los autores griegos y latinos tenían en común con esta sustancia a veces el color, a veces la capacidad de coagularse y solidificarse. No se trata de un intento de esconder o codificar su nombre; también nosotros llamamos “leche” al líquido obtenido de dejar reposar arroz, almendras o avena en agua por su color.
Por ello, aunque la sangre fue usada en la Antigüedad para escribir y como ingrediente en tintas, en otros casos el término “sangre” se refiere a otras sustancias. El desconocimiento podía llevar a interpretaciones literales del nombre de esta sustancia y errores de distinto tipo, como ocurrió con el haima drakónteion, que aún hoy denominamos “sangre de dragón”.
Si te ha gustado el contenido de este post, te invito a leer el texto completo en Blanco Cesteros, Miriam. “Written in Blood? Decoding the red inks of Greek magical papyri.”, en Raggetti, L. (ed.), Traces of Ink. Experiences of Philology and Replication. Leiden: Brill, 2021, pp. 33-56.
[1] Si quieres saber más sobre las creencias del mundo griego sobre la pureza y la purificación, sus normas rituales y las propiedades rituales de la sangre en la cultura griega te recomiendo consultar Robert Parker, Miasma: Pollution and Purification in Early Greek Religion. Oxford: Oxford University Press, 19962).
[2] GEMF hace referencia a la edición de estos papiros en Faraone, Ch.- Torallas Tovar, S. (eds.), Greek and Egyptian Magical Formularies. Edition, translation and commentary, California Classical Studies. Anteriormente, la edición de referencia era PGM (Karl Preisendanz (ed.), Papyri Graecae Magicae Die griechischen Zauberpapyri, 2 vols. Leipzig-Berlin: Teubner,1973–1974.)
[3] Hallazgos presentados en Marina Bicchieri, Flavia Pinzari, “Discoveries and oddities in library materials,” Microchemical Journal, 2016, 124:271–273.
[4] Para saber más sobre estas sustancias, sus usos en la Antigüedad y los problemas y confusiones que ha provocado su terminología, cf. Barbara, Sébastien (2008), «Castoréum et basilic, deux substances animales de la pharmacopée ancienne», en Pouilloux, Jean (ed.), Le médecin initié par l’animal. Animaux et médecine dans l’Antiquité grecque et latine. Actes du colloque international tenu à la Maison del’Orient et de la Méditerranée (26 et 27 octobre 2006), Lyon, 121-148; Martelli, “Properties and classification of mercury between natural philosophy, medicine and alchemy”, AION (Philol), 2014, 36: 17-48; Trinquier, Jean (2013), «Cinnabaris et ‘sang-dragon’: le ‘cinabre’ des anciens entre minéral, végétal et animal», Revue archéologique 56: 305-346.