Los papiros mágicos
Egipto, con sus excepcionales condiciones climáticas, ha logrado preservar un gran número de artefactos (papiros, amuletos, tablillas de plomo, óstraca, gemas grabadas, etc.) procedentes del mundo antiguo, lo que nos ofrece uno de los contextos más ricos para el estudio de la vida cotidiana en la Antigüedad. En concreto, quiero centrarme aquí en el fenómeno de la magia en la Antigüedad, ya que un gran número de recetas de tintas nos han llegado a través de los denominados “papiros mágicos”.
¿Qué son?
La denominación papiros mágicos o, más frecuentemente, papiros mágicos griegos (comúnmente referidos mediante la abreviatura PGM, del título -en latín- de la primera edición colectiva de estos textos: Papyri Graecae Magicae, de Karl Preisendanz) es una etiqueta convencional (un nombre empleado por convención, es decir, por acuerdo) que los estudiosos modernos han empleado para clasificar un conjunto heterogéneo de papiros procedentes de Egipto, de contenido ritual.
Casi todos los papiros conservados proceden de Egipto; las excepcionales condiciones climáticas de esta región son las que mejor han permitido su conservación. Excepcionalmente, tenemos también papiros procedentes de otros lugares: por ejemplo, el Papiro de Derveni (Macedonia); el Papiro de Dafne (Grecia), etc. Los papiros de Herculano (alrededor de 1800 textos preservados por la erupción del Vesubio) son un caso único.
Estos papiros son heterogéneos porque abarcan un amplio marco cronológico —desde el siglo II/I a.C. hasta el V/VI d.C. Están, además, escritos en las diferentes lenguas que hubo durante este marco cronológico en Egipto: griego, demótico y copto, a veces en forma de documentos bilingües. Su contenido también es muy variado, reflejando los intereses personales -y muy diferentes- de sus dueños. Un factor adicional de heterogeneidad es su naturaleza: por un lado, hay, lo que denominados, testimonios de “magia aplicada”, es decir, textos escritos en objetos producidos en el contexto de un ritual mágico (por ejemplo, amuletos o hechizos eróticos). Por otro lado, hay textos destinados a preservar y transmitir ciertos conocimientos y prácticas rituales, cuyas instrucciones encontramos descritas con varios grados de detalle; la papirología se refiere a estos últimos como “manuales”. La importancia de estos papiros radica en el hecho de que proporcionan evidencia directa, tanto documental como arqueológica, de la práctica de la magia en este período.
Estos papiros se dan a conocer en Europa a principios del siglo XIX. La información sobre su adquisición suele ser oscura (con suerte, sabemos en qué ciudad o región se adquirieron), las circunstancias de hallazgo, con frecuencia, desconocidas. Muchos proceden del expolio de yacimientos y tumbas, comprados a comerciantes o individuos privados que se los ofrecían a compradores europeos: marchantes de antigüedades, coleccionistas y aristócratas que luego los llevaban a Europa. Un gran lote de papiros mágicos fue comprado por Jean d’Anastasi, un diplomático armenio que afirma haberlos obtenido en Tebas (la actual Luxor); estos papiros acabaron luego en varias colecciones europeas: el Museo Británico, el Louvre, la Biblioteca Nacional de París, Staatliche Museen en Berlín y el Rijksmuseum van Oudheden en Leiden. Actualmente se considera que un gran número de los papiros mágicos de Anastasi provenía de un mismo archivo antiguo que hoy es conocido como la “Biblioteca mágica de Tebas”.
¿Qué entendemos por “magia” en la Antigüedad?
Antropólogos e historiadores están de acuerdo en que no es posible establecer una definición válida del concepto de “magia” que funcione para cualquier época y lugar, ya que su comprensión varía significativamente dependiendo del punto de vista desde el cual se examine. Esto explica que las prácticas rituales de una cultura o grupo social sean percibidas como “mágicas” cuando se observan desde una perspectiva cultural diferente. En lo que respecta a la cultura grecorromana, por ejemplo, un examen de los términos “magia” y “mágico” revela que a menudo simplemente significaban “extranjero, diferente de los rituales del culto público de la polis/Estado”, sin implicar que, en realidad, fueran “mágicos” según los estándares modernos. Por ello, a veces el fenómeno de la “magia” griega y romana incluye prácticas rituales que únicamente se distinguen de las religiosas en cuanto a la persona y lugar de realización. Así, eran consideradas “religiosas” si eran realizadas por una persona autorizada en un lugar apto (es decir, si se realizaban dentro de “la norma”) y “mágicas” cuando el practicante y el lugar de realización no cumplían estos criterios (extranjeros, ritualistas itinerantes, mujeres, ancianos que buscaban una forma de sustento… en esencia, “otros” fuera de la sociedad). En cualquier caso, los testimonios que conservamos para estudiar esta categoría son con frecuencia difíciles de interpretar, están descontextualizados o, con más frecuencia, están dentro de un discurso crítico en el que se pretende censurar o estigmatizar a grupos o individuos, o comportamientos rituales. Estas son algunas de las razones por las cuales muchas prácticas rituales de los papiros mágicos son similares a las religiosas desde una perspectiva formal. Es más, los papiros mágicos griegos fueron producidos en un contexto sociocultural -el de Egipto- en el que el concepto de magia era indistinguible del de religión o medicina. En consecuencia, aunque la definición de “magia” sigue siendo debatida por los especialistas, parece que la “magia” antigua es simplemente otra forma de expresar la relación humana con lo divino, situada en el mismo continuum que la “religión”, un campo con el que estaba fuertemente interconectada. Era, también, un fenómeno generalizado, cuya práctica no conocía diferencias de género, religión o estatus social.
la magia greco-egipcia
En Antinópolis (Egipto) se encontró una vasija que albergaba una maldición datada en el siglo IV d.C., consistente en una tablilla con un texto escrito y una figurilla de barro de una mujer atada de manos y pies con trece ajugas de hierro clavadas en distintas partes del cuerpo. El hechizo fue realizado por Sarapamón con el fin de provocar el amor de Ptolemais.
(Actualmente conservados en el Museo del Louvre, París).
El texto de la tablilla pide lo siguiente «Yo ato a Ptolemais, a la que dio a luz Ayas, hija de Orígenes. Que no pueda tener sexo ni conocer el placer de otro hombre, excepto el mío, Sarapamón, hijo de Area. Y que no pueda comer ni beber, ni descansar, ni salir, ni dormir salvo conmigo, Sarapamón, hijo de Area. (…) Traéla por los pelos, agarrada por las entrañas, hasta que venga a mí; yo la tendré sometida por todo el tiempo que dure mi vida, enamorada de mí, siendo mi amante y diciendo siempre la verdad.”».
El texto de la tablilla y la práctica que hay detrás de la elaboración de la figurilla pueden ponerse en relación con el descrito en el manual de magia conocido como Gran Papiro Mágico de París o PGM IV:
«Toma trece agujas de bronce y clávale (a la figurilla que has elaborado, de la mujer que quieres seducir) una en el cerebro diciendo: “Yo te atravieso el cerebro, (su nombre)”, y dos en los oídos y dos en los ojos y una en la boca y dos en las entrañas y una en las manos y dos en los órganos sexuales y dos en las plantas de los pies, diciendo cada vez: “Atravieso tal miembro de (su nombre), para que no se acuerde de nadie, sino sólo de mí, (tu nombre)”.» (PGM IV 320 ss.)
Página 4 de PGM IV o P. Bibliothèque National Supplément Grec. 574. © BnF Gallica (https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b525030475/f4.image)